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Y la Cajita Se Cerró



Y ella, con su mente atormentada y su cuerpo hinchado, viejo y cansado, se sentó en un sofá desvencijado, usado y rehusado… como raído por el tiempo.

Alisó los pliegues de su desteñida y arrugada falda, y colocó sobre su regazo una caja de zapatos que jamás cerraba forrada de papel de regalo de arco iris y flores brillantes. El papel amarillento había visto mejores tiempos, pero eso que importaba.

Era tan anciana que solamente se alcanzaba a ver el color de sus ojos cuando le brillaban. Y estos se iluminaban cada vez que pensaba en la cajita…

Esa cajita… pensaba…era su único eslabón para aferrarse. La cajita que un día estuvo vacía, y luego comenzó a llenarse con pétalos de rosa bañados en chocolate, la acompañaba desde hacía horas, meses, años, siglos, minutos o segundos… no lo recordaba… pero sabia que era una eternidad.

Muchas lunas nuevas habían pasado por su vida, pero en su recuerdo aún existían un par de ojos especiales, unas manos fuertes, el calor de un cuerpo y el aliento que acariciaba su cara…Lo veía siempre… porque siempre lo pensaba…jamás se preguntó si había sufrido algún cambio físico porque eso no le importaba… para ella él permaneció como lo recordaba.

A veces cuando sentía que su mente le jugaba una mala pasada… la vejez le llamaban los que estaban a su lado. Se angustiaba, y buscaba su cajita de recuerdos. Los contaba uno a uno, los clasificaba, y de tanto en tanto una furtiva lágrima bajaba por su rostro arrugado deteniéndose entre los surcos de su piel maltratada.

Esos minutos, allí sentada, en ese sofá desvencijado, con su falda arrugada… comenzaban a cambiar cuando sacaba una a una las notas de papel amarillas por el tiempo y que un día ella misma imprimió y guardó dentro de su cajita de tesoros.

Una a una las leía y experimentaba la misma emoción cada vez que las tomaba en sus manos… cada hojita era acunada en sus huesudos y largos dedos… para después pasar a la palma de su mano y apoyarlas en su corazón que suspiraba y terminar su incansable recorrido con un beso de su trémula boca. En esos momentos no existía nada de lo que la rodeaba, ni la tristeza de la soledad, ni la dureza de los años, ni el llanto por la incomprensión.

Todos estos años lo había seguido de lejos, en silencio, muda… solo sabía que tenía una cita con sus letras, sus palabras, sus frases y sus emociones…y cada tanto... cuando su amiga Hazel iba a visitarla, le pedía que abriera la ventana que llegaba a su corazón… y que la dejara así por unas horas para que pudiera volver a volar.

Que daño podría hacer acercarse solo con la complicidad de dos ojos cansados?

Devoraba una a una sus palabras, sentía una a una cada letra, cada sensación, cada minúscula emoción…y al finalizar… le pedía a su cómplice amiga que se lo dejara en una hojita de papel… y así comenzó a llenar su cajita de ilusiones, de recuerdos y de sentimientos.

En el transcurrir del tiempo, la siguió llenando de notas escritas para el, pero jamás enviada. Las imágenes que alguna vez le regaló, algunas fotos suyas y de ambos sonriendo… Pensamientos, pétalos de flores para sentir su aroma sobre cada una de las hojitas allí anidadas.

Un cigarrillo sin fumar. El envoltorio de un chocolate que comieron juntos, una vela a medio consumir de su torta de cumpleaños. Un trozo del jeans que le escogió alguna vez, el botón de una franela que le pertenecía a el.

Todo estaba allí… dentro de esa pequeña caja, allí y en su pensamiento diario.

Como siempre que llegaba Hazel, se preparaba, se vestía de forma especial, si… como cuando una mujer se arregla para agradar a su hombre… Y aunque la miraban de forma extraña… no le importaba.

Se sentó en la mesita baja en una esquina del jardín, alejada de todos los demás como era usual, y esperó pacientemente… Su amiga llegó con un café en la mano y un pequeño pan dulce que probó con sumo placer.

Era su hora especial, la que esperaba con ansías cada vez que sentía que no podía seguir, de la que se aferraba por años.

Hoy, quiero ser yo quien busque abrir la ventana… dijo con los ojos luminosos… hoy quiero ser yo… Su amiga sonriendo asintió con la cabeza y la dejó sola…

Sus ojos como faroles se posaron sobre la pantalla que le abriría la ventana del alma, pero ese día, en ese preciso instante, justo cuando ella quiso hacerlo por si misma… la ventana nunca se abrió… y las últimas palabras que pudo leer le explicaban que la ventana no estaba disponible para ella.

Unos cuantos años pasaron de esta historia… pero yo no la he podido olvidar.

Como olvidar a la anciana y hermosa señora de ojos brillantes que esperaba mí visita en el geriátrico para poder comenzar a soñar y a volar con ella.

Si se preguntan como terminó todo… quisiera pensar que terminó como comenzó…con mucho amor.

La señora de ojos brillantes, la que vivía entre dos aguas, la que soñaba con su cajita, la que estaba llena de amor y a la vez de soledad. La señora terminó como muchas veces me dijo que iba a terminar. Tan sola y tan acompañada a la vez. Sin familia, sin hijos, ni nietos, y con solo una amiga: Yo… una chica muy joven que un día llegó a un ancianato y vio a una alta mujer que se sentaba en una esquina del jardín con una cajita sobre sus piernas y que sonreía cada vez que sacaba lo que después descubrí eran recuerdos.

Solo sé que la encontramos en su cama, vestida y maquillada como jamás la habíamos visto, hermosa, tranquila, llena de paz. A su alrededor estaban todas las historias recopiladas por años, fotos, recuerdos, prendas de ropa, una gargantilla con una cruz… todo lo que guardaba en la caja…

Sobre la mesita de noche estaba su caja de recuerdos, pero esta vez cerrada, cerrada y con un enorme moño de color azul que casi la tapaba completamente.

Debajo del lazo asomaba una pequeña hoja finamente cortada alredor donde con escritura trémula se podía leer lo siguiente:

“Saqué mis recuerdos, para que me cobijaran, ya es hora de irme y quería sentirme acompañada por el abrazo eterno de las palabras.

Querida niña recoge con amor y devoción…como si fuera yo misma todos mis recuerdos y colócalos en su preciado lecho una vez más. No puedo llevarlos conmigo y es hora de dejarlos en otras manos”...

Debo decir, que localicé a la persona destinataria de la caja...pero nada bueno tuvo que decir de la señora de los ojos brillantes... Por lo que atesoré sus recuerdos y los mantuve conmigo, y alimenté la cajita con mis experiencias, mis anhelos, mis ilusiones, mis sueños, mis amores y desamores... esperando poder entregársela a mi hija el día que yo también me fuera...
IARA