La imágen de la esclava en el arte, es un tema apasionante... no solamente por razones obvias, sino porque cuando se comienza a investigar pareciera como si las imágenes se van multiplicando sin nisiquiera darnos cuenta. Agradezco a las personas que me han escrito pidiéndome ayuda e información sobre el tema. Por lo que he investigado un poco y he colocado extractos de varios escritos que he encontrado en internet... y además me he emocionado mucho con las imágenes, porque hay muchas de nisiquiera conocía.
Podriamos estar aqui posteando datos e imágenes por semanas, pero se ha tratado de buscar un resumen bastante interesante. Así que nos concentraremos en una de sus manifestaciones más características y más sugerentes para quienes, conociendo el BDSM, percibimos en las imágenes del pasado, en la publicidad o incluso en nuestro entorno cotidiano matices que posiblemente permanecen invisibles a los ojos de la mayoría de no iniciados.
Sobrevolaremos la representación artística de la mujer encadenada o sumisa, tema que suele dar pie a la exaltación de la belleza y la sensualidad del cuerpo femenino y a la insinuación del gran potencial erótico de la mujer así expuesta.
Es importante darse cuenta de la gran diferencia existente entre la representación artística de la esclava y la del esclavo. Mientras que la primera, suele acentuar la sensualidad y hasta el erotismo, el esclavo, en cambio, suele ser tratado de forma despersonalizada, como masa e imágen arquetípica de la esclavitud misma.
Así lo vemos en al arte mesopotámico o en el del antiguo Egipto, donde son frecuentes las imágenes de cautivos y esclavos que, puestos a los pies de reyes y faraones, expresan la terrible fuerza de estos. El ejemplo mas impresionante lo constituye la estela del rey acadio Naram Sin, conservada en el museo del Louvre. Alude a una victoria militar de Naram Sin, que aparece representado machacando literalmente a sus enemigos y casi pisoteando a su propio ejercito, en una imagen que resultará familiar a los amantes del trampling.
No hay que dejar de mencionar el interés que para los amantes del arte en general y del arte del bondage en particular tienen las figuras de esclavos atados, como las que abundan en el arte de Egipto y de los reinos de Nubia. Sirvan como ejemplo estas dos imágenes que verán a continuación, excelentes representaciones de bondage de hace dos mil años.
La primera es una pequeña placa de bronce que se encuentra en el Museum of Fine Arts de Boston y que fue hallada en las excavaciones del templo de Amón en Djebel Barkal.
La segunda es una figura de piedra tallada conservada en el Museo Nacional de Jartum que muestra a un prisionero atado, arrodillado y ofreciendo bien el pecho, quizás antes de su inmediata ejecución.
Consideración aparte merecen los más famosos esclavos de la historia del arte, los que Miguel Ángel concibió y esculpió para formar parte de la tumba del papa Julio II. Simbolizan la humanidad esclavizada en lucha consigo misma para salir de las tinieblas y liberarse del pecado, algo que Miguel Ángel logra expresar con una tremenda fuerza plástica mediante esos cuerpos violentamente contorsionados y el dialogo entre las superficies pulidas y acabadas y la materia bruta y rugosa, de la que emergen las figuras.
El influjo de los esclavos de Miguel Ángel fue tan grande que a partir de ellos se generalizó la representación de prisioneros o esclavos como atlantes, es decir, como soporte figurado de elementos arquitectónicos.
A lo largo de la historia del arte la mitología clásica ha suministrado pretextos para representar cosas que en un contexto dominado por la moral cristiana difícilmente habrían tenido cabida. El desnudo y la sensualidad femenina, por ejemplo.
Así, es a partir de la mitología que se genera la representación arquetípica de la mujer encadenada. Mas concretamente a partir del mito de Perseo y Andrómeda.
Andrómeda era hija de los reyes de Etiopía, Cefeo y Casiopea. Estos la encadenaron desnuda a una roca (“a unos duros arrecifes atados sus brazos” según las Metamorfosis de Ovidio) para sacrificarla y aplacar las iras de Poseidón y del monstruo enviado por éste. Perseo (el que nació al ser fecundada su madre por una lluvia de oro, dicho sea de paso) quedó prendado de la belleza de Andrómeda encadenada -parecida a la de una estatua, dice Ovidio- la liberó y acabo casándose con ella.
La representación de Andrómeda encadenada no constituye un tema demasiado frecuente pero la encontramos en la obra de grandes artistas de los siglos de oro de la pintura, como Tiziano (Wallace Collection, Londres), Veronés (Museo de Rennes), Rubens (Gemaldegalerie, Berlín) o Rembrandt (Mauritshuis, La Haya).
El tema aparece también en la pintura del siglo XIX, tratado por Delacroix (Museum of Fine Arts, Houston), Théodore Chasseriau (Museo del Louvre), Gustave Moreau (Museo Moreau, París) o Gustave Doré.
La Andrómeda de este último (Chi Mei Museum, Taiwán), es la más sensual de todas, quizás porque Doré acertó a representar el miedo y la agitación de la heroína encadenada ante el monstruo, a diferencia de otros muchos artistas que la presentan como una pánfila.
Otro de los grandes artistas del siglo XIX, Ingres, interpretó un tema literario extraído del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, Ruggiero rescatando a Angelica, calcando el esquema con que se solía representar Perseo liberando Andrómeda. Esta es la obra, conservada en el Museo del Louvre, en la que destaca la posición forzada de la joven desnuda y encadenada No pasa inadvertido, por otro lado, el simbolismo fálico de la larga lanza de Ruggiero introduciéndose en la boca del monstruo.
Para acabar con el tema de Andrómeda mostramos la interpretación que del mismo hizo la artista polaca Tamara de Lempicka, destacada representante del llamado Art Decó. Su Andrómeda (de 1929) es una figura monumental, opulenta y sensual, a la que no parecen importarle excesivamente las cadenas a juzgar por su mirada y la ausencia de rebeldía. ¿Andrómeda sumisa? Eso parece. Una sumisa que asume su condición e incita con sus mayores armas, la mirada y la sensualidad de su cuerpo desnudo.
Al parecer esta obra pertenece a la colección privada de la cantante Madonna, cuyo gusto por las cosas del BDSM es de sobras conocido y que la utilizó en el videoclip de la canción Open your Heart.
Esclavas en Venta
El arte del siglo XIX abandona progresivamente la mitología clásica como pretexto y fuente de inspiración, interesándose en cambio por el exotismo y el refinamiento oriental o por las interpretaciones literarias de la historia, de donde los artistas extraerán nuevos pretextos para la representación del tema que nos ocupa.
Aparece entonces la imagen de la esclava en venta, expuesta como mercancía en el bazar. Desnuda y la mayoría de las veces encadenada.
Una de las esculturas mas famosas del siglo XIX es la “Esclava griega” del escultor americano Hiram Powers. Representa a una doncella griega capturada por los turcos y puesta a la venta en el bazar de Estambul. El impacto de esta obra fue tal que tras su primera presentación en 1845 se hicieron varias copias de la misma, que fueron exhibidas durante varios años a lo largo y ancho de los Estados Unidos, donde la gente acudía en masa a contemplarlas. No era en absoluto ajeno a ello la mórbida sensualidad que irradia esta esclava encadenada, noble y digna a pesar de su completa desnudez y de la degradación que supone el hecho mismo de la esclavitud.
Actitud que contrasta con la de otra esclava en venta, protagonista de una obra del pintor sevillano José Jiménez Aranda que se encuentra en el Museo del Prado (fechada en 1893). Vemos en este cuadro a una chica desnuda, postrada a los pies de los hombres que la examinan y con un humillante cartel colgado al cuello que dice, en griego, “Rosa de 18 años en venta por 800 monedas”. La particularidad de esta obra está en el punto de vista. Fijense como el pintor la representa vista desde arriba y hace que la veamos como si nosotros mismos fuéramos sus posibles compradores. Un recurso muy efectivo para acentuar la humillación de la muchacha.
Los pintores academicistas franceses del XIX, despectivamente llamados “pompiers” (mucha pompa y mucho pompis en sus obras) se interesaron por el tema de la venta de esclavos y esclavas, uno de los muchos pretextos que les permitieron incitar el voyeurismo y alimentar fantasías eróticas sin entrar en conflicto con la moral y el gusto burgueses. Su coartada consistía en ubicar las escenas que pintaban en tiempos pasados o en lugares remotos, disfrazando los protagonistas de sus cuadros de romanos o de moros, estratagema que servía para marcar distancias con el presente, aunque a ojos de algunos -gente muy perversa, sin duda- añadía mayor sofisticación y refinamiento a las fantasías sexuales que se insinuaban.
Uno de estos pintores “pompiers”, Gustave Boulanger, se muestra bastante cauto a la hora de conjugar esclavitud y sensualidad en este mercado de esclavos ambientado en la antigua Roma, una obra marcadamente anecdótica.
En cambio, a Jean Léon Gérôme se le ve más claramente su inclinación por el asunto, que pintó repetidas veces. En la primera de las obras que se muestra (1884, Museo del Hermitage), también ambientada en Roma, la blanca desnudez de la esclava se erige en protagonista absoluta del lienzo. En la segunda, ambientada en Oriente, llama la atención el detalle del comprador que introduce sus dedos en la boca de la esclava para hurgar en ella, algo que no es en absoluto ajeno al BDSM.
Las Hijas del Cid
Hay otro tema que a lo largo del siglo XIX sirvió de pretexto para la representación pictórica de la mujer atada, desnuda y al mismo tiempo cargada de erotismo: el de las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol. Dice el Cantar de Mio Cid que allá en Robledo de Corpes, sus esposos, los infantes de Carrión, quisieron deshacerse de ellas y por eso las azotaron sin compasión sirviéndose de las cinchas corredizas de sus cabalgaduras y de “espuelas agudas”, abandonándolas después del castigo completamente desfallecidas, casi muertas.
En este estado, atadas a un roble, desnudas y jadeantes, las recrearon pintores como Dióscoro Teofilo de la Puebla (cuya obra, fechada en 1871, se conserva en el Museo del Prado) o Ignacio Pinazo.
Aquí veis la obra de Dióscoro Teofilo de la Puebla, mucho más pudorosa que la interpretación pictórica que Pinazo hizo del tema de la afrenta de Corpes (obra fechada en 1879, perteneciente a la Diputación de Valencia).
Agradezco a los Cuadernos de Bdsm, a Wiki, a la musa que hoy me asaltó y a la gran paciencia que me ayudó a encontrár todas las imágenes de las cuales se hizo referencia en este post...
besitos y cariños
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